Caminando lentamente hasta llegar

domingo, 8 de agosto de 2010

¡HAY QUE BUSCARSE UN AMANTE!


Muchas personas tienen un amante y otras quisieran tenerlo. Y también están las que no lo tienen, o las que lo tenían y lo perdieron. Y son generalmente estas dos últimas, las que vienen a mi consultorio para decirme que están tristes o que tienen distintos síntomas como insomnio, falta de voluntad, pesimismo, crisis de llanto o los más diversos dolores.
Me cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin expectativas, que trabajan nada más que para subsistir y que no saben en qué ocupar su tiempo libre. En fin, palabras más, palabras menos, están verdaderamente desesperanzadas.
Antes de contarme esto ya habían visitado otros consultorios en los que recibieron la condolencia de un diagnóstico seguro: "Depresión" y la infaltable receta del antidepresivo de turno. Entonces, después de que las escucho atentamente, les digo que no necesitan un antidepresivo; que lo que realmente necesitan: ES UN AMANTE.
Es increíble ver la expresión de sus ojos cuando reciben mi veredicto. Están las que piensan: ¡Cómo es posible que un profesional se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica! Y también están las que escandalizadas se despiden y no vuelven nunca más. A las que deciden quedarse y no salen espantadas por el consejo, les doy la siguiente definición: Amante es: "Lo que nos apasiona". Lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y es también quien a veces, no nos deja dormir. Nuestro amante es lo que nos vuelve distraídos frente al entorno. Lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido.
A veces a nuestro amante lo encontramos en nuestra pareja, en otros casos en alguien que no es nuestra pareja. También solemos hallarlo en la investigación científica, en la literatura, en la música, en la política, en el deporte, en el trabajo cuando es vocacional, en la necesidad de trascender espiritualmente, en la amistad, en la buena mesa, en el estudio, o en el obsesivo placer de un hobby...
En fin, es "alguien" o "algo" que nos pone de "novio con la vida" y nos aparta del triste destino de durar. Y qué es durar? - Durar es tener miedo a vivir. Es dedicarse a espiar como viven los demás, es tomarse la presión, deambular por consultorios médicos, tomar remedios multicolores, alejarse de las gratificaciones, observar con decepción cada nueva arruga que nos devuelve el espejo, cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol y de la lluvia.
Durar es postergar la posibilidad de disfrutar hoy, esgrimiendo el incierto y frágil razonamiento de que quizás podamos hacerlo mañana. Por favor no te empeñes en durar, búscate un amante, se vos también un amante y una protagonista... de la vida.
Piensa que lo trágico no es morir, al fin y al cabo la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nadie. Lo trágico, es no animarse a vivir; mientras tanto y sin dudar, búscate un amante...
La psicología después de estudiar mucho sobre el tema descubrió algo trascendental:
¡PARA ESTAR CONTENTO, ACTIVO, Y SENTIRSE FELIZ, HAY QUE ESTAR DE NOVIO CON LA VIDA!

Jorge BUCAY

INVITACIÓN A PENSAR


Más SOPA.
Una de las cosas que he aprendido de mi padre es una sabia receta para condimentar con éxito la vida familiar. Esa receta se condensa en la fórmula «más SOPA». No se trata de poner sopa todos los días, pues, aunque a muchos niños les guste, a los adolescentes suele cansarles. Lo de «más SOPA» es una fórmula mnemotécnica: cada una de las letras es la inicial de una recomendación de enorme importancia.
La primera es la S de serenidad. Pase lo que pase, se rompa lo que se rompa, en casa nunca hay que ponerse nervioso. Cuando un hijo suspende o hace un desastre no se gana nada gritando, sino que todo se empeora todavía más. En una situación crítica no hay que dejarse arrastrar por la tensión y tomar decisiones que luego se mostrarán desacertadas. Cuando uno se agobia y pierde la serenidad, hay que recuperar la paz por dentro y por fuera lo antes posible aunque sea dando una vuelta a la manzana. Lo que no podemos hacer es agobiar a los demás con nuestro mal humor o nuestro genio insoportable.
La segunda es la O de orden. El orden material de la casa, tanto en la cocina, en la sala de estar, como en las habitaciones e incluso en los armarios: convendrá que haya una leonera para los niños, pero no puede ser toda la casa una leonera. ¡Cuánto ayuda el orden para la convivencia y cuánto daña el desorden! Sin llegar a convertirnos en unos maniáticos del orden —ni enfadarnos por esa causa— hemos de ayudarnos unos a otros a dejar las cosas en su sitio para que los demás puedan encontrarlas. ¡Ordenar no puede ser sólo tarea de la madre!
La tercera es la P de puntualidad, que a algunos tanto cuesta. En una casa —con más razón en la de una familia numerosa— tiene que haber un horario que incluya el levantarse de la cama (incluido los domingos), la hora de comer y de cenar, las horas para llegar habitualmente a casa, para ver la televisión, para usar el baño, etc. No puede parecer un cuartel, pero hace falta un horario. Será tarea de todos el empeñarse en llegar a tiempo a las cosas: eso es hacer familia, eso es demostrar con hechos el cariño. ¡Cuánto nos gusta estar todos!
La cuarta es la A que corresponde a la alegría y que muchas veces es también el mejor fruto del cuidado de las otras tres. Si en una familia todos procuran estar serenos, hay un cierto orden y una relativa puntualidad, lo lógico es que, como se quieren, estén de ordinario alegres. La alegría se traducirá en la sonrisa cariñosa habitual, en las risas a carcajadas a veces, en los besos, abrazos y caricias que expresan el afecto.
En las familias numerosas son quizá más difíciles la serenidad y el orden, pero probablemente sea mucho más fácil la alegría. Cualquier fecha es un buen momento para formular este propósito que aprendí de mi padre para mejorar la calidad de vida familiar: «más SOPA».


Jaime Nubiola